Tener siempre presente que eres el inquilino y debes cuidar la casa como si fuera tuya o mejor. No te olvides nunca de eso, si no, mal vas. Y tu relación con el propietario no irá bien. No le des dolor de cabeza. Estoy viviendo de alquiler, aquí no puedo hacer lo que me plazca.
Antes de la mudanza e incluso de firmar un contrato de alquiler, debes analizar muchas cosas. Y tienes que marcarte una frase importante "Estoy viviendo de alquiler, aquí no puedo hacer lo que me plazca"
Es cierto que lo has alquilado y que debes convertirlo en tu hogar, pero es importante que tengas unas normas, como todo buen inquilino, para cumplir. Debes responder adecuadamente a ciertas obligaciones, en en caso de obviarlas, te irá mal y será motivo de incumplimiento de contrato.
Párate, es importante y escucha unos consejos.
1. Cuida la casa como si fueras el dueño
Justo a lo que nos referíamos antes: aunque no seas el dueño real de la propiedad, tendrás que prodigarle el cariño que le dispensarías a la tuya. Evita causar daños; los desperfectos que hayas provocado por puro descuido después te pasarán factura. Una factura en forma de depósito perdido. ¿Te acuerdas de la fianza que entregaste antes de poner un pie en la casa? Pues no volverás a verla jamás si dejas la vivienda como si la hubiese sacudido un terremoto.
2. No te saltes las mensualidades de la renta
La puntualidad suiza se premia y los retrasos se castigan. Aquí tienes que ser cumplidor, compañero. Olvídate de la morosidad. Lo más recomendable cuando llegue final de mes – parece mentira que lo debamos repetir – es que tengas preparado el pago de la renta. Las demoras en estas remuneraciones equivalen a que tu nombre figure en una lista negra de la que cuesta salir.
3. Comunica según qué reparaciones
Algunas reparaciones tienen que pactarse con el propietario, y debes anunciárselas con antelación. Resulta impensable que empieces a tirar paredes sin hablarlo antes con el dueño. Recuerda: no es tu casa. Sin embargo, no estaríamos hablando de reparaciones. Son más bien obras. Si tienes en mente un plan de reformas que modifique el interior del inmueble, por favor, házselo saber al propietario. Necesitas su aprobación. ¿Quién sabe? Igual te hace algún descuento en la renta si lo que planteas es de su agrado. Ánimo, futuro Norman Foster.
4. Paga las averías que has ocasionado
Para continuar por el camino trazado en el primer y último consejo, abordaremos el tema de las averías. Pero esta vez nos referimos a las averías auténticas, pequeños daños que hayas producido tú mismo. Son esos los que tendrás que enmendar pagándolos de tu propio bolsillo; no creas que el dueño acudirá en tu socorro cada vez que te cargues el mango de la nevera. De todos modos, te recomendamos que leas la entrada que dedicamos a los gastos que corrían a cuenta del inquilino. Hay un punto en el que ya nos explayamos sobre este respecto.
5. Evita armar ruido
Este es uno de los aspectos más polémicos en la convivencia entre vecinos. De ahí que se creara el artículo 27 de la Ley de Arrendamientos Urbanos, que en su punto 2 establece que el arrendador podrá resolver el contrato si en la vivienda se llevan a cabo actividades molestas. ¿Y cómo podemos interpretar este apartado? Pues que si los decibelios suben demasiado durante la fiesta que – menudo pájaro estás hecho – celebrarás en breve, el dueño podrá tomar medidas drásticas. Vigila el volumen que proceda de tu casa, que no vives en el campo.
6. Respeta la duración del contrato
En un artículo que trataba sobre las cláusulas abusivas que figuran en un contrato de alquiler, ya dijimos que el arrendador debe amoldarse a los límites legales: no puede exigir que permanezcas en su casa por un mínimo que supere los seis meses. Eso sí: más te vale que tengas presente ese periodo de tiempo: medio año. Antes no podrás irte si quieres conservar la fianza que tanto te costó reunir y que ahora tirarás por la borda. Pórtate bien y lee el contrato, futuro inquilino.
7. Paga los suministros
Las mensualidades de la renta no acostumbran a llegar solas. Suelen ir de la mano de unas facturas que se corresponden a los suministros que te permiten llevar una vida decente. El agua, la luz, la calefacción… Todos estos suministros tan básicos deben abonarse. De lo contrario, te los cortarán para que vivas a oscuras, para que sufras un frío glacial en invierno y para que no puedas ducharte. Una retraso en esos pagos puede transportarte hasta la era del Homo erectus; será como si te confinaran en una cueva de hace 70.000 años. Y haznos caso: no deseas ese modo de vida.
8. Llévate bien con el casero
¿Alguna vez has buscado la palabra “pesadilla” en el diccionario? Entonces hazlo. Verás que en una de sus acepciones, aparece una frase que dice algo así: llevarse mal con el propietario de la vivienda en la que uno vive de alquiler. Mantener una mala relación con tu casero puede acabar siendo una tortura. Nunca encontrarás un buen momento para llamarlo por teléfono, vuestras conversaciones derivarán en discusiones, no vas a querer verlo ni en pintura. En definitiva: esa situación se dibujaría como el peor de los escenarios. Recuerda que la cordialidad es esencial, que sin el respeto mutuo no vamos a ningún lado y que hablando se entiende la gente.
Si sigues todos estos consejos, seguro que levantan un monumento en tu nombre.